Se sentó sobre las escaleras de la iglesia y miró al suelo cabizbajo mientras reflexionaba sobre si era ético o no matar a un taxista en la puerta de una iglesia. Notó como se sentaba a su lado el taxista.
-Alegre esa cara hombre y discúlpeme, de verdad que yo pensaba que quería venir aquí- Sus palabras denotaban sinceridad- Miré como disculpa juró que le llevo allí y gratis, además mírelo por el lado bueno entremos aquí y recé por quien tenga que visitar.
-No soy cristiano.
-Da igual Dios nos quiere a todos por igual, venga entremos.
No sabía porqué, pero le hizo caso al taxista y entro con él casi por inercia. Una vez dentro vio que no era nada del otro mundo, unos bancos a los lados un altar al fondo y una viejecita sentada que más que rezar parecía que echaba una cabezada. Se sentaron a su lado y esperó a que el taxista rezara a quien tuviese que rezar, una vez terminó, se levantó del frío banco y se dirigió a la puerta.
-Espere no se vaya todavía si no he terminado- gritó el taxista desde el fondo de la iglesia, haciendo levantar del grito a la vieja.
-Como que no ha terminado? Tengo que ir al hospital ya!.- devolviéndole el chillido desde la puerta de salida
-Oigan a que vienen esos chillidos?
-Señora usted siga rezando que no va con usted-le gritó a la abuela- tengo que ir al hospital así que levanta tu maldito culo del banco, sube al coche y llévame o juro por lo que más quiero que te saco a patadas de esta iglesia.
-Madre del amor hermoso, van ustedes al Hospital?-preguntó la vieja- podrían ser tan amables de acercarme a mí también, que tengo que hacer una visita.
-NO!
-Sí claro mujer para eso estamos - se ofreció alegremente el taxista- deje que la acompañe hasta el taxi.
Y así con una compañera de viaje nueva ponían rumbo, esta vez sí o al menos eso creía él, hacia el hospital.
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